Introducción

La intoxicación por la ingestión de plantas del género Senecio en los animales y el hombre ha sido ampliamente reportada en la literatura. Sin embargo, no existe gran información referente ala toxicidad de estas plantas para los caballos, lo que podría deberse a que un diagnóstico específico de intoxicación por senecio es difícil en esta especie. Existen varias causas de alteración hepática llegándose muchas veces sólo a establecer un cuadro de insuficiencia hepática, sin especificar la causa exacta del mismo.

Características de la planta

El senecio es una planta de distribución mundial, habiéndose descrito más de 1.300 especies. En Chile se han descrito alrededor de 300 especies de este género; pero sólo Senecio erraticus ha sido reportado como tóxico para bovinos (Momberg y Hebel, 1964; Araya y col., 1970), caballos (Araya y González, 1979) y ovinos (Araya y col., 1983).

En USA se han descrito alrededor de 70 especies de senecio, encontrándose entre las más importantes como tóxicas para el caballo el S. jacobea, S. longibulus, S. spartioides y S. integerrimus (Elcock y Oehem, 1982).

En Gran Bretaña, el S. jacobea ha sido considerado como la planta que ha produ­cido más pérdidas económicas que las provocadas por el conjunto de todas las otras plantas tóxicas (Forsyth, 1968). La intoxicación por senecio ha sido también común en Sudáfrica (Retieft, 1962); repor­tándose en Checoslovaquia la intoxicación por S. erraticus en caballos (Venek, 1958), la misma especie que produce severas pérdidas en el ganado en Chile. En Austra­lia, según Culvenor (1985), muchos miles de millas cuadradas de posturas y tierras de cultivo han sido invadidas por plantas del gen. Senecio, entre las cuales se encuentran S. jacobea, S. lautus y S. quadridentata, todas las que han sido reconocidas como responsables de subs­tanciales pérdidas en bovinos en Nueva Gales del Sur.

El S. erraticus crece en terrenos húmedos del valle central de Chile, especialmente de la X Región, donde se ha reportado como causante de severas pérdidas eco­nómicas especialmente en el ganado bovino (Araya y col., 1970). Es una planta bianual conocida también como margarita amari­lla, que alcanza una altura de 60 a 120 cm con hojas profundamente pinadas. Las flores son amarillas, brillantes, en corimbo y tienen el aspecto de una margarita.

La planta inicia su estado de crecimiento aproximadamente en octubre y durante el primer año, sólo alcanza el llamado esta­do de roseta, con hojas de bordes bastan­te regulares y muy diferentes a las del segundo año de crecimiento en que alcan­za su madurez entre diciembre y enero (Muth, 1968). La planta en este estado es bastante peligrosa para los animales, ya que aunque por su mal olor y probablemen­te mal sabor no es apetecida por los ani­males, puede ser consumida junto con el resto de la pradera, especialmente cuando esta es sobretalajeada (Craig, 1982). Según Cockburn y col. (1985), la planta en estado de roseta es muy tóxica. Un brote de into­xicación en novillos por consumo de Senecio erraticus en estas condiciones, ha sido descrita por nosotros en Valdivia (Araya y col., 1986). Seneciosis diagnos­ticada en caballos traídos al hospital vete­rinario de la Universidad Austral, corres­pondían, según historia, a animales que habían permanecido consumiendo la plan­ta por años consecutivos. Además en esta fase del desarrollo la planta puede ser tan abundante que llega a formar una verdade­ra alfombra, lo que hace muy difícil que no sea consumida por los animales (Muth, 1968).

Tal como se ha mencionado, los animales no consumen la planta en forma voluntaria, aunque se ha descrito una adicción letal a los senecios en bovinos (Harper y Wood, 1957). Pero quizás la forma más importan­te como el Senecio es ingerida por los animales y especialmente por los caballos, es mezclado con el heno (Donald y Shanks, 1986). Este mismo autor ha descrito la intoxicación por consumo de senecio en el ensilado en bovinos con muerte de gran número de animales. El autor ha diagnos­ticado seneciosis en vaquillas que habían consumido durante 60 días ensilaje que contenía alrededor de 20% de Senecio erraticus produciéndose la muerte de al­rededor de 20 animales de un total de 60 expuestos.

Según Giles (1983), el senecio fresco es normalmente impalatable para los caba­llos y ellos a menudo comen alrededor de la planta, rehusando consumirla, aunque el pasto disponible sea escaso. Según este mismo autor la planta seca es más palata­ble y lo que es más importante, mantiene los principios tóxicos, ya que estos son resistentes al desecado. Sin embargo, en los casos reportados por este autor, los animales que fueron mantenidos estabula­dos consumiendo heno con baja contami­nación de senecio no presentaron signos clínicos, pero si los presentaron e incluso murieron algunos mantenidos en la prade­ra, aunque esta no presentaba una fuerte contaminación por la planta. El atribuye esto a que probablemente la planta se estaba estableciendo recientemente en esa pradera, lo que haría que los caballos al no conocerla la consumían inadvertidamente, especialmente en el estado de roseta.

Candrian y col. (1984), demostraron que el heno de S. alpinus mantenía casi comple­tamente preservado el porcentaje de alca­loides pirrolidizínicos; en cambio, en caso de ensilaje, estos eran destruidos en gran parte durante los procesos de fermenta­ción.

Principio tóxico

Los principios tóxicos se encuentran en todas las partes de la planta y comprende varios alcaloides pertenecientes al grupo de los pirrolizidínicos. El nivel de toxicidad depende de la especie de planta y las hojas jóvenes parecen ser más tóxicas que hojas y tallos viejos (Elcock y Oehme).

En el Senecio erraticus se han encontra­do 13 alcaloides pirrolizidínicos (APs), de las cuales senecionine, seneciphilline e integgerimine son los principales (Moly­neux, comunicación personal).

Los alcaloides son compuestos que contie­nen nitrógeno, usualmente en un anillo he­terocíclico y son generalmente básicos. De ahí su nombre, 'como álcalis'. General­mente son amargos, constituyendo esto un mecanismo químico de defensa de las plantas contra los herbívoros (Cheeke y Shull, 1985). Los APs constituyen un gran grupo de alcaloides que contienen un núcleo pirrólico. Químicamente la mayoría de los APs hepatotóxicos son ésteres de bases hecina, retronecina y heliotridina (Cheeke, 1988). Según este mismo autor, la toxici­dad de los APs está influenciado por su es­tructura, algunos de los cuales se mues­tran en la figura de la página siguiente.

Para que los APs sean tóxicos, debe haber un doble enlace a nivel 1-2 y una cadena lateral esterificada (Cheeke, 1988).

Los APs son absorbidos y metabolizados en los hepatocitos, especialmente en la re­gión centrolobulillar, donde existe la mayor actividad de las enzimas microsomales.

Los alcaloides que no son metabolizados por el hígado pueden ser activados y trans­formados en metabolitos tóxicos. Las prin­cipales vías de metabolización de los APs son hidrólisis de ésteres, conversión a N­óxidos y dehidrogenación a derivados pirrólicos. La última vía es la única forma capaz de producir citotoxicidad (Mattocks, 1986). Esta toxicidad de los metabolitos pirrólicos de los APs está asociada con su reactividad química, lo cual permite a ellos alquilar constituyentes de los tejidos. Es­tos metabolitos tienen su principal efecto en el hígado, aunque también pueden afectarse otros tejidos, tales como pulmo­nes y riñones.

Los APs pueden producir toxicidad aguda, pudiendo morir los animales entre 1 a 8 días de ingerido al tóxico, lo que ha sido producido experimentalmente. En forma natural, sin embargo, la toxicidad crónica por ingestión de dosis subletales de los APs por largos períodos de tiempo es lo más común, como sucede al ingerir forra­jes contaminados con senecio.

Mecanismo de acción

Los efectos patológicos de los APs han sido descritos por varios autores (Schoen­tal y Magee, 1957 y 1959; Bull y Dick, 1959).

El cuadro histológico más típico de la he­patotoxicidad de los APs es el crecimien­to progresivo de las células parenquimales del hígado (megalocitos) y sus núcleos (Bull y Dick, 1959). Estos megalocitos se ubican en la zona periportal, encontrándo­se células de aspecto normal en la zona centrilobular. Estos hepatocitos gigantes son una manifestación de la acción antimi­tótica de los APs (Bull y Dick, 1959) y ellos pueden ser producidos por una dosis única subletal de APs (Schoental y Magee, 1957, 1959). La lesión puede aparecer en unas pocas semanas (Araya y col., 1979) y puede persistir durante toda la vida del animal. Mattocks (1986), ha encontrado que en la rata puede persistir este efecto hasta 2 años.

Esta megalocitosis ha sido estudiada en varios animales y entre éstos en el caba­llo (Rose y col., 1957; Hill y Martin, 1958). El desarrollo de la megalocitosis parece ser la consecuencia de 2 eventos: la per­sistente inhibición de las mitosis inducida por los alcaloides, y un subsecuente estí­mulo de la célula a dividirse (Jago, 1969). El estímulo puede ser de tipo físico sobre el hígado (Peterson, 1965), o la acción necrogénica de los mismos APs u otra he­patotoxina (Jago, 1969). Nosotros hemos encontrado que una alimentación con una alta cantidad de concentrado puede ser el estímulo en bovinos para desencadenar el cuadro (Araya y col., 1986). En todo caso, el alcaloide es capaz de causar una necro­sis (Mattocks, 1986) y probablemente sea este el mecanismo por el cual en los caballos se desencadena un cuadro de caracterís­ticas sobreagudas, en animales que han estado expuestos por largos períodos en forma reiterada.

Otras consecuencias de la hepatotoxici­dad de los APs incluyen fibrosis progresi­va, proliferación de los conductos biliares, veno-oclusión y pérdida de las funciones metabólicas del hígado (Cheeke, 1988). Araya y col. (1983) encontraron en ovinos que recibieron S. erraticus por 60 días en la alimentación, además de las lesiones arriba indicadas, hipertrofia de las células de Kupffer y degeneración grasa. También se ha descrito que una dosificación conti­núa con APs tienen efecto carcinógeno, pudiendo producir tumores hepáticos y mus­culares (Allen y col., 1975; Schoental, 1968; Schoental y col., 1970; Svodoba y Soga, 1966). Existe gran variación de suscep­tibilidad entre diferentes especies en cuan­to a la toxicidad de los APs. En el caso del caballo se ha encontrado que para el S. jacobea la dosis letal es de alrededor de 5% (base materia seca) del peso corporal (Garret y col., 1984). Esta gran susceptibi­lidad del caballo a la APs-toxicosis, se debería a su gran velocidad de producción de pirroles (Cheeke, 1988).

Hay evidencia que no son los APs mismos, sino que sus metabolitos los responsables de los efectos tóxicos (Mattocks, 1972) y es muy difícil que los APs reaccionen con constituyentes celulares en condiciones fisiológicas.

Signos clínicos

La forma aguda de la enfermedad es rara en caballos, aunque se ha descrito casos que cursan con decaimiento, debilidad, dolor abdominal y muerte en pocos días a semanas (Mc Ginness, 1980). También se ha observado que estos caballos pueden mostrar un cuadro nervioso de tipo excita­torio (Hulbert y Oehme, 1977).

La intoxicación crónica, se produce des­pués de la ingestión de la planta por perío­dos largos de tiempo y los signos clínicos se observan varios meses después que la planta ha sido consumida por primera vez (Mendel y col., 1988). Según estos auto­res, en el momento en que los signos de toxicosis se hacen evidentes las lesiones hepáticas son irreversibles y aparentemen­te incurables.

En los caballos, en que se ha diagnostica­do seneciosis en el Hospital Veterinario de la Universidad Austral de Chile, los signos clínicos se iniciaron en general brusca­mente, sin signos premonitorios importan­tes que indicaran que los animales esta­ban sufriendo una alteración hepática (Araya y González, 1979). Los primeros signos que hemos observado son debili­dad, depresión, somnolencia; seguidos de rápida incoordinación, caracterizada por caminar en círculos o sin rumbo fijo y marcada incoordinación de los miembros posteriores. Los animales se mantienen con los miembros separados, tratando de mantener el equilibrio y con la cabeza muy baja, como dormitando. Ocasionalmente, el animal puede parecer más alerta, orina, defeca, da algunos pasos e incluso intenta comer. Sin embargo, esta situación dura muy poco tiempo, a veces menos de un mi­nuto, retornando el animal rápidamente a su estado de somnolencia, quedando el pasto que ha intentado ingerir, retenido entre los dientes.

En esta fase también se observa tremores musculares, notorio especialmente en las piernas y músculo de la escápula. Además se puede apreciar contracciones o sacudi­das de los labios.

La respuesta pupilar a la luz es normal o está ligeramente disminuída, pareciendo haber defecto en la visión en algunos casos.

En algunos animales se puede apreciar un caminar compulsivo, ya sea en círculos o en una sola dirección. En este último caso el animal parece no percatarse de los obstáculos que se interponen y trata de pasar sobre ellos. También se puede observar que los caballos apoyan la cabe­za sobre paredes y cercos por largos períodos de tiempo.

El caballo puede caer bruscamente al suelo e intentar levantarse infructuosamente, y si logra hacerlo es totalmente inmanejable, con movimientos tan violentos que puede ser peligroso acercarse a él. Algunos animales se vuelven agresivos y están aparentemente ciegos (Giles, 1983).

La temperatura temporal que hemos ob­servado en estos caballos ha fluctuado entre 38,5 a 39,8°- C, y las mucosas esta­ban hiperémicas y en algunos casos icté­ricas (Araya y González, 1979).

Un edema subcutáneo en la parte baja de los miembros (Giles, 1983) en la zona pectoral y baja del abdomen ha sido tam­bién observado en todos los casos, el que se apreció también comprometiendo la­bios y párpados después de un par de días de iniciados los signos clínicos (Araya y González, 1979).

También hemos observado cólico modera­do y fecas diarreicas. Los animales afec­tados sobreviven por períodos de 7 a 10 días, después de lo cual llegan al decúbito, muriendo generalmente antes de 48 horas de iniciado éste.

Es importante hacer notar que no existe una relación directa entre la gravedad de los signos clínicos y la cantidad y duración de la ingestión de senecio (Ford, 1973).

Tal como ya se ha mencionado, el cuadro clínico tiene una presentación aguda, aunque la patogenia de la enfermedad es crónica. Pareciera ser que el hígado mantiene su capacidad funcional hasta que el daño orgánico está muy avanzado, pero en un determinado momento, cuando se ha sobrepasado cierto grado de alteración del órgano, se presenta toda la signología arriba indicada en forma brusca. Según Johnson y Smart (1983), la muerte por seneciosis ocurre meses después que la dosis letal de senecio ha sigo ingerida y se piensa que el estrés desencadenaría el cuadro clínico que lleva a la muerte. El mismo autor encontró que en el caso del bovino, uno de los factores de estrés sería el parto, e indica que muchas situaciones estresantes se pueden presentar en condi­ciones de campo, las que gatillarían el cuadro en animales con severa lesión hepática consecuente a la ingestión de senecio.

Hallazgos post morten

La lesión más característica macroscópi­camente es un hígado relativamente nor­mal a pequeño en tamaño, de color azul­grisáceo pálido. Se han observado ade­más, hemorragias en diferentes serosas, especialmente del corazón (Araya y Gon­zález, 1979). Además hemos visto en todos los casos, que el hígado tenía bordes agudos con áreas blanco-grisáceas y muy duro y firme al corte. Muth (1968), describe ascitis y edema del mesenterio con un hígado amarillo y duro. Elcock y Oehme (1982), describen lesiones correspondien­tes a una hepatitis tóxica crónica, con un marcado edema intestinal.

Al examen histopatológico del hígado hemos encontrado vacuaolización citoplas­mática de los hepatocitos, con forma y  tamaño celular alterado, observándose megalocitosis, con gran variedad en el tamaño y forma de los núcleos, encontrán­dose células binucleadas. Algunas zonas hepáticas muestran hemorragias, amplias áreas de necrosis y fibrosis, encontrándo­se relativa normalidad sólo en algunos islotes de parénquima.

Bull (1961), describe una necrosis centro­lobulillar hemorrágica y Giles (1983), encuentra vacuolización de hepatocitos y cirrosis pericelular y necrosis focal.

En un trabajo experimental, Garret y col. (1984), en caballos que recibieron un 10% de S. jacobea en la dieta, encontraron vacuolización nuclear y edematización celular, como uno de los primeros signos, seguida de fibrosis portal e hiperplasia biliar. En casos avanzados, encontraron necro­sis y fibrosis periportal, megalocitosis moderada, evidencia de éstasis biliar y acumulación de linfocitos y siderofagos en áreas portales.

Según Elcock y Oehme (1982), dependien­do de la severidad y duración de la enfer­medad, las alteraciones hepáticas varían desde cambios grasos a necrosis portal, dependiendo de la severidad y duración de la enfermedad. La neoproliferación de conductos biliares, según estos mismos autores es prominente en muchas áreas y todas estas alteraciones estructurales predisponen a una oclusión de canalículos biliares. Ellos finalmente describen en considerable edema en la mucosa y sub­mucosa del estómago e intestinos.

Diagnóstico y tratamiento

El diagnóstico de seneciosis en el caballo es difícil, principalmente por su presenta­ción insidiosa, y debido además a que los signos corresponden a una insuficiencia hepática, la que puede ser producida por varias otras causas.

La historia de acceso a la planta, especial­mente en períodos reiterados, aunque sea en pequeña cantidad será de gran utilidad.

Los exámenes de laboratorio pueden tener alguna utilidad, siendo la prueba de excre­ción de bromosuiftaleína la que mejor indica un cuadro de insuficiencia hepática cróni­ca. En los casos que hemos examinado en el Hospital Veterinario de la Universidad Austral de Chile, esta prueba resultó bastante anormal con valores de tiempo medio de excreción, fluctuando entre 12 y 26 min., apreciándose además un incre­mento moderado en la actividad sérica de aspartato aminotransferasa.

Según Mendel y col. (1988), el control cons­tante de peso podía ser de utilidad en animales que están en praderas contami­nadas con senecio, de tal manera de poder detectar tempranamente la lesión, antes de que se haya consumido una dosis letal y poder de esta manera establecer un tratamiento precoz.

El cambio histológico descrito en los caba­llos podría ser también de utilidad y para esto la biopsia percutánea del hígado es un método que puede ser de utilidad para el diagnóstico.

Las lesiones macroscópicas post mortem, especialmente las del hígado, pueden ser de ayuda para establecer el diagnóstico o al menos un prediagnóstico, pudiendo de esta manera establecer medidas de con­trol en el resto de los animales del predio, tendientes a evitar el consumo de la planta.

Actualmente existen en estudio una serie de otros métodos de diagnóstico de labo­ratorio, entre las que se encuentran deter­minaciones de ácidos biliares y de aminoácidos, pero aún no tienen una utilidad práctica, al menos en nuestro medio.

Tratamiento

La terapia de la senciosis es básicamente de soporte y al menos en nuestra experien­cia, cuando se presenta el cuadro típico grave, el pronóstico es desfavorable.

En bovinos hemos obtenido buenos resul­tados cuando se tratan los casos precoz­mente con metionina cristalina (Araya y col., 1984); sin embargo, en los caballos no hemos obtenido resultados iguales, debido probablemente a que los animales tenían un estado muy avanzado de altera­ción hepática cuando presentaron la sig­nología clínica.

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